Sierra de Tejeda, Almijara y Alhama Natural Park (Málaga, January-September 2011)


There are three protected natural areas in Málaga: ‘Montes de Málaga’, ‘Sierra de las Nieves’ and ‘Sierra de Tejeda, Almijara y Alhama’. My trips in Málaga were divided between these three natural parks. However, I think ‘Montes de Málaga’ is less interesting and I just did some mountain bike plans there. About ‘Sierra de las Nieves’ I speak in other chapter.  Finally, ‘Sierra de Tejeda, Alhama and Almijara’, the mountains of the wonderful region of Axarquia. This place is different from the rest of Málaga; the weather is wetter and the country side greener. There are many tropical fruit fields, and even it’s known as the tropical coast. I love its Arabian villages. They are beautiful white spots in the middle of the mountain slopes. In the natural park, it is so difficult not to see mountain goats.
And three Axarquia's climbs: Maroma (2068 meters, the unique point in Málaga higher than two thousand,  although the summit belongs to Granada), Pico del Cielo (1508 meters but starting almost at the sea level!) and Cerro Lucero (1779 meters). For me, the last one is maybe the most beautiful mountain in Málaga. It has got a perfect pyramid shape, good high mountain atmosphere, and a very nice small river at the beginning.

Parque Natural Sierra de las Nieves (Málaga, enero-septiembre 2011)

(En paro, en Málaga y por sus montes)

Mi crisis personal y dudas existenciales habían reventado en pleno estallido de la crisis económica mundial. Lo prudente hubiera sido retrasar esa revolución personal para cuando se diera una mejor coyuntura, pero lo cierto es que nunca he destacado por mi paciencia. Tenía claro lo que quería y decidí arriesgarme porque tampoco podía aguantar mucho más en aquel estado. En la misma semana de noviembre del 2009 firmé las escrituras de venta de mi piso, conseguí que me echaran de mi trabajo de informático y me vi obligado a decir adiós a la que por entonces era mi pareja (una breve relación de tan sólo cuatro meses)  y a más de diez años de vida en Madrid. Mi determinación era clara: empezar un nuevo ciclo en el extranjero. En la práctica, en los cerca de dos años que siguieron a esos acontecimientos, sólo conseguí estar fuera durante siete meses y en dos etapas diferentes (Irlanda y Gales). La posibilidad de cobrar mi prestación por desempleo con relativa tranquilidad y, al mismo tiempo, ahorrar dinero, me llevó a quedarme varado en Málaga mucho más tiempo del previsto.  
Es difícil hablar sobre ese agujero negro en mi vida, sobre ese hueco en el tiempo en apariencia vacío pero, al repasarlo con cierta distancia, cada vez más lleno de pequeños detalles y señales determinantes para poder enfrentar mis posteriores e importantes retos. Inicialmente, mis sentimientos fueron completamente liberadores, como volver a nacer, y en realidad era así, estaba empezando una nueva vida. El desprendimiento de casi la totalidad de mis posesiones y obligaciones hizo que mis niveles de preocupación se redujeran prácticamente a cero. Con tan poco y con tan buena salud, todo resultaba muy fácil. Tras mis primeras decepciones en el extranjero, empezaron a surgir algunas dudas y temores. Volví a instalarme en casa de mis padres en Málaga, lo cual suponía que, en la práctica, no estaba comenzando una nueva vida sino que, al contrario, vivía gracias a ellos, como ya ocurriera veinte años atrás. Después de casi un año sin preocuparme de buscar trabajo, me puse a sondear el estado del mercado laboral y el resultado fue desolador. En realidad no llevaba mal lo de no tener trabajo, sino lo que realmente se me hacía duro era el no poder hacer nada, el no tener ese círculo social que ves todos los días y con el que siempre te acabas sintiendo identificado. Sentía que estaba en una de las encrucijadas más importantes en mi vida, en un punto de no retorno especialmente a nivel laboral. Puede que fuera el momento oportuno de dejar atrás mi odiosa carrera de informático de doce años para empezar a trabajar en otra profesión completamente distinta, lo cual me atraía y aterraba al mismo tiempo. Sin embargo, lo más decepcionante en todos estos meses fueron las dificultades para conseguir una nueva relación amorosa, algo bastante frustrante teniendo en cuenta el tiempo y los esfuerzos que invertí en ello.
A veces me daba por pensar que las cosas normales que la mayoría de gente consigue con relativa facilidad: familia, hijos, hogar, trabajo estable, futuro… no estaban reservados para mí, y en parte yo mismo me los estaba negando con mis arbitrarias decisiones.
Comencé a frecuentar con mayor asiduidad mi oficina de empleo (o de no empleo, según se mire). Inesperadamente, me encontraba bien en ella. Supongo que a muchos de los que acudían a ese organismo les pasaba algo parecido; sentíamos cierta satisfacción cuando podíamos ponerle cara a más gente en una situación parecida a la nuestra, sin trabajo y sin visos de conseguirlo. Así que cada dos o tres semanas aparecía por allí para pedir algún curso que nunca me concedían o para plantear ciertas dudas intrascendentes. En verdad tan sólo llegué a hablar con un jefe de cocina que parecía muy entusiasmado con una oferta que había visto anunciada en uno de los paneles. Fuera de eso, me atendió varias veces el mismo funcionario, exageradamente amable conmigo. Me trataba como si tuviera una enfermedad incurable.
Lo más sorprendente de todo es que llegué a salir varias veces con una chica que trabajaba en otra oficina del servicio andaluz de empleo. Nuestra relación no fue más allá de eso, pero hubiera sido francamente curioso que hubiera pasado algo, sí que hubiera sido tema para escribir un pequeño relato, por ejemplo, contando una especie de historia amorosa entre alguien que se ha autodespedido y descartado del sistema laboral y social, y la figura que representa la institución encargada de pagarle, buscarle trabajo y reintegrarle en ese entorno. A veces me daba por pensar que el amor podría conseguir reconciliarme con el mundo que me rodeaba, condescender con lo establecido socialmente e intentar por todos mis medios volver a ese tipo de vida de la que había renegado unos meses antes. Otras veces me ponía mucho más pesimista y veía poco menos que imposible que una persona como yo, con un futuro tan incierto, pudiera llegar a conseguir y mantener una relación más o menos estable con alguien que parecía no poder pedirle más a la vida. También temía que aflorara mi lado más revolucionario y crítico, que no fuera capaz de superar esa sensación de perdedor que tan a menudo me visitaba en aquella época. Estaba claro que mis inseguridades y creciente pérdida de autoestima tampoco iban a ayudarme mucho. Las proyecciones que hacía en mi mente no creo que estuvieran provocadas tan directamente por el hecho de que esta mujer en concreto fuera casi lo opuesto a mí, eran más generales de lo que pensaba y, efectivamente, determinarían mis posteriores relaciones o intentos de relaciones, pero el caso es que con ella había un simbolismo tan marcado (los dos lados de la misma realidad) y literario, que no podía dejar de fantasear con la posibilidad de que ocurriera algo serio entre nosotros, de escribir en mi mente una historia que nunca llegó a darse. Por otro lado, con esta chica era fácil el pensar en compartir algo de cotidianidad, un poquito del día a día, lo cual me producía una nostalgia casi insoportable.
No fue con esta mujer sino con otra igualmente atractiva e interesante (cumplía el perfil femenino que todo hombre busca en su vida), con quien empecé una relación tan efímera como intensa.
El primer beso fue la primera tarde-noche que salimos los dos solos. Justo antes de despedirnos la atraje con un brazo y la besé inocentemente en la boca; ella se abrazó a mí como para ganar tiempo, pero no le funcionó demasiado bien esa táctica, al separarse un poco nos volvimos a besar esta vez de forma incontenible durante más de dos horas.
Con tres horas escasas de sueño, a la mañana siguiente me levanté muy temprano para intentar una ascensión invernal al Torrecilla (y con condiciones invernales, repleto de nieve, a diferencia de la realizada justamente un año antes); y me las arreglé para completar la largísima subida desde Yunquera y bajar a Málaga en el mismo día, algo que no es muy meritorio si tienes tu propio vehículo pero que se complica bastante cuando necesitas del transporte público o de la buena voluntad de otros montañeros para que te lleven en su coche (como me ocurrió a mí). El caso es que hay unos pocos días seguidos a lo largo del año (días de pasión y esperanza) en que parece que todo va a salir bien, en que todo te sonríe y en que la moneda siempre cae tu lado… Como fuera, esa meteórica ascensión me sirvió para poder encontrarme antes de lo previsto con ella, para que la tarde del tercer día fuera una de las más felices de mi vida al calor de una tetería malagueña, dos adolescentes de treintaitantos o treinta y muchos, devorándose a besos, susurrando sus vidas, elucubrando con una nueva religión o absurdas teorías cósmicas que permitieran explicar ese encuentro tan inesperado como abrasador.
Al quinto día ya había terminado todo. La víspera detecté pequeños cambios pero nada que pudiera presagiar que lo nuestro estaba a punto de acabar. A través de una conversación por internet supe que se encontraba confusa. Nada dramático ni definitivo, lo que ocurre es que cuando lo has tenido todo, el pasar a que te ofrezcan un pequeño porcentaje es prácticamente como quedarte sin nada. Hubiera agradecido, por otro lado, que me lo dijera contemplando sus ojos color cielo o escuchando su voz, pero ese tipo de comunicación empieza a ser un lujo para los tiempos modernos.
Prácticamente la única historia que había tenido en casi dos años, y se truncaba al momento de comenzar. De todo lo que me pasaba, indirectamente, siempre encontraba el mismo culpable: mi peculiar estado de ‘sin trabajo’.  Aparecieron nuevas inseguridades. La más tonta y frustrante de todas, la de tratar de mostrarme tan generoso y desprendido como pudiera. Especialmente con las mujeres. Quería tratar de probar que no me faltaba dinero, que a pesar de no trabajar, gozaba de gran libertad económica. Mis salidas nocturnas eran cada vez más destructivas, ya fuera malgastando dinero o bebiendo más de la cuenta (nunca he sido un buen bebedor pero en aquella época era especialmente compulsivo), en el fondo creo que sólo buscaba perjudicarme a mí mismo (a mi salud o a mi economía). Llegó un punto en que la noche malagueña sólo me sabía a cerveza inútil y a flirteos amargos. Estaba claro que en ese ambiente no iba a encontrar lo que estaba buscando, a quien estaba buscando.
(Además de las dos ya mencionadas invernales al Torrecilla, unos meses después, volví a alcanzar la cima de esta montaña pero de una de las formas más originales posibles, ascendiendo de noche, aprovechando la luna llena de agosto. Fui con un grupo de amigos que conocí por aquella época. Llegamos a la cumbre, por muy poco, antes del amanecer, y pudimos disfrutar de la salida del sol, un momento único en cualquier parte desde donde se llega a observar, pero especialmente mágico cuando se disfruta desde una cumbre con unas vistas tan magníficas como tiene la montaña más alta de Málaga. El pico Torrecilla está enclavado en mitad de la Sierra de las Nieves, parque natural y reserva de la biosfera, principalmente reconocido por su vegetación, entre la que destaca su estrella, el pinsapo, una especie extraña de abeto que sólo se da en estos parajes, aunque es el quejigo el árbol que siempre ha atraído la mayor parte de mi atención cuando he estado allí. Quizá por el medio tan desolado donde crece, la meseta desde la que se levanta el Torrecilla, a unos 1600 msnm; quizá por sus formas retorcidas y agonizantes –a veces resulta complicado distinguir los ejemplares que están muertos de aquellos que están tratando de sobrevivir a la crudeza del invierno-. En adición a lo anterior, estuve en dos ocasiones más en la Sierra de las Nieves o cerca de ella: para realizar una travesía Yunquera-El Burgo, siguiendo el GR-243; y una vez más por la Sierra Blanca, por los alrededores del refugio de Juanar.)
Con cinco meses de antelación y con creciente rencor hacia Málaga, empezaría mi viaje a la India y Nepal. Suficiente tiempo para ir dando forma a mi aventura asiática y para ir preparándome tanto física como mentalmente. Coincidió además con que comencé un curso de francés para desempleados.
El hecho de madrugar cada día y realizar una actividad más o menos concreta (aprender un nuevo idioma) resultó bastante positivo; en general, el ambiente de mi clase era envidiable, un montón de buena gente con unas condiciones sociales y laborales similares que trataba de tomarse su situación personal con todo el humor posible. Sin proponérnoslo, a veces nos comportábamos como en una terapia de grupo y nos servíamos de ayuda unos a otros.
(El sueño del 15-M. La forma en que irrumpió, siguiendo el modelo de la revolución islandesa, y el ver reflejada buena parte de mi indignación contra los políticos y contra los directivos bancarios, hizo que lo apoyara sin reservas y desde el principio, que estuviera yendo a la mayoría de las primeras asambleas y a casi todas las manifestaciones. Mi implicación y compromisos fueron relativamente grandes para lo que suelo participar en este tipo de iniciativas. Había mucha gente joven, muchos estudiantes, un ambiente festivo y hasta se podría hablar de creativo. De alguna forma me evocaba a aquellas míticas manifestaciones hippies de los años sesenta y setenta. Y en el fondo, salvando las distancias, había ciertas similitudes, también nosotros queríamos un mundo mejor, más justo y equitativo, dar un vuelco a los valores actuales en los que sólo parece primar los criterios económicos y el enriquecimiento a cualquier precio. Para mí esto era suficiente, me conformaba con que estas ideas pudieran calar en la sociedad, aunque fuera entre los más jóvenes, con poder abrir los ojos a mucha o a alguna gente, con despertar del letargo –también era una posición bastante cómoda–. Es cierto que hubo muy poca autocrítica. Además de los políticos y los bancos, una parte importante del problema era nuestra codiciosa e incurable sociedad española, especialmente la de mi generación. Posiblemente uno de los mejores lugares y/o momentos –todo el mundo estaba de acuerdo en que estábamos viviendo algo histórico– para conocer a alguien. Y yo tuve la suerte de conseguir allí una nueva amiga. Nuestra amistad no se prolongó mucho más allá del 15-M por diferentes motivos, pero que surgiera esta historia imprevista, esta chispa de romanticismo y aventura, hizo incluso más apasionantes aquellos primeros días; también más triste el ver cómo tanto el espíritu del movimiento como nuestras ilusiones comunes, se iban desvaneciendo. Y es que llegó un punto en que el 15-M pareció estancarse, ya no tuvo más penetración social e incluso perdió ligeramente apoyos… No tengo claras las razones pero mi impresión era que estaba habiendo cierta contaminación política en el proceso de intentar articular las ‘buenas ideas’ en propuestas concretas. En los grandes medios de comunicación y en las redes sociales dejaron de ser noticia, y hoy en día eso es fundamental para movilizar a las masas.)
Una vez quise hablar francés
Y encontré una mujer para soñar

Cada día, el camino a francés
Era mi pequeño París en Málaga

Quise crear una lengua de dos
Decir ‘J’aime’ sin temor
Pero en ningún idioma le hablaba

Una vez quise hablar francés
Y la olvidada ilusión regresó conmigo

En el tiempo de las telarañas sociales  Puedes salir con bastantes mujeres  Hay muchos hilos con los que pruebas  No importa demasiado la apuesta  Porque nunca se llega a ganar
Puedes salir con la que es feliz con su novio  Con la que es feliz gracias al gato  Puedes salir con una de color  Con la que le gusta el rojo  Puedes salir con una excelente bebedora  Con una muy mala pagadora  Puedes salir con la que quiere ser salvada  Con la que está bien en su torre de pena  Puedes salir con la que besa porque es joven  Con la que besa con cuchillos entre los dientes  Puedes salir con la que evita hablar su idioma  Con la que evita hablar el idioma del amor  Puedes salir con la que adora su cuerpo  Con la que lucha ferozmente contra él  Puedes salir con la de 500 amigos globales  Con la que siempre está tras una pantalla  Puedes salir con la que no vuelves a ver más  Con la que te ves de vez en cuando  Puedes salir y salir con diferentes personas  Puedes salir y creer que no estás solo  Porque siempre tienes tu superpoblada soledad  Ya nadie habita –ni por un día- una soledad verdadera  Y, sin soledad verdadera, las relaciones no valen mucho  Puedes salir y salir sin amistad y sin amor.